Hace días me topé con una ordenanza municipal de 1987 por la que el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de La Paz de entonces resuelve nominar tres calles de la Villa 18 de Mayo con los nombres de Rufino Willca, Santos Marka T’ula y Eduardo Nina Quispe. En la ordenanza, se dice que por haber “prestado importantes servicios a la Nación”, como dirigentes del movimiento indígena comunal llamado “caciques apoderados”. Este movimiento se enfrentó legalmente a los usurpadores de tierras en los primeros 40 años de principios del siglo XX.
La ordenanza también señala: “en beneficio de reivindicaciones tales como los derechos y establecimiento de escuelas indigenales en el país”. Después de leer este documento, en el Día del Maestro, pensé: ¡qué deferencia más marginal!
Por eso, quiero rendir mi homenaje a Eduardo Leandro Nina Quispe (dejando para otra ocasión a Rufino Willca y a Santos Marka T’ula), uno de los pioneros de la educación indígena en la década de 1920. Nina Quispe nació en el ayllu Chivo de Taraco, de la provincia Ingavi del departamento de La Paz. En la década de 1920 fue expulsado de su lugar de origen por los patrones de la hacienda, como Benedicto Goitia. Entonces, se estableció en la ciudad de La Paz. Allí aprendió a leer y escribir por cuenta propia, es decir, de manera autodidacta. A fines de los 20 comenzó a enseñar a niños aymaras de Chuqiyapu marka (La Paz) en su casa y, luego, en un establecimiento ubicado en la calle Yanacocha. En ese entonces, los aymaras urbanos ya constituían un conglomerado importante de personas que se dedicaban a oficios como veleros, panaderos, carniceros, talabarteros, en fin.
Nina Quispe, en una entrevista concedida a la periodista Ana Rosa Tornero del periódico El Norte, en 1928, al ser consultado sobre qué enseñaba, respondió: “Lo primero que enseño es el respeto a los demás. Les explico el significado de la palabra justicia”. En esas pocas palabras está la profunda sabiduría del amauta Nina Quispe, pues, como sabemos, la situación del indio antes de la revolución de 1952 fue muy difícil, y enseñar el respeto y la palabra justicia en tiempos de total irrespeto y de absoluta injusticia para los pueblos ancestrales fue realmente estar convencido de que una educación anticolonial y liberadora de los pueblos puede contribuir a la construcción de una sociedad más igualitaria. En esos años fundó el Centro educativo kollasuyo, que tenía la finalidad de crear escuelas en las comunidades rurales.
Luego creó la Sociedad República del kollasuyo, fue entonces cuando adquirió conciencia política y se dio cuenta de que sólo una “Renovación de Bolivia” permitirá convivir entre las diferentes culturas del país. Al respecto, Eduardo Nina Quispe escribiría: “Todos los bolivianos obedecemos para conservar la libertad. Los idiomas aimará y quechua hablan la raza indígena; el castellano lo hablan las razas blanca y mestiza. Todos son nuestros hermanos”.
Posteriormente, entablaría una relación directa con los pueblos guaraníes del Isoso del chaco boliviano, sobre todo con el capitán grande, Casiano Barrientos.
En la Guerra del Chaco (1932-35) fue apresado por la logia militar Legión cívica, especialista en masacrar indios, era la misma logia que pivoteaba “la guerra interna” contra las comunidades indias. Eduardo Nina fue enjuiciado y encarcelado como “subversor de indios y comunista”.
A pesar del cambio que vivimos, aún el Estado Plurinacional no se ha interesado en profundizar quién fue Fernando Nina Quispe, ni tampoco y sobre todo por difundir sus ideas por una educación propia y descolonizadora.
La Razón / Esteban Ticona
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