UPB: Universidad Privada Boliviana

(UniBolivia).- Universidad privada de Bolivia.

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Una Visión sobre la Historia de la UPB
Compromiso de Excelencia

Por: Jorge Rada Arroyo

Génesis de la Universidad Privada Boliviana

Permanentemente me perseguía la idea de escribir un libro en el que se pueda reunir la historia y principalmente la génesis de la hoy denominada “Universidad Privada Boliviana”.

Mis intenciones, coincidieron en parte con la reseña institucional que se realiza al cumplir los 10 años de operación de nuestra Universidad. Digo en parte, porque ahora no podré escribir un libro sino simplemente un artículo en el cual pueda reflejar los hechos trascendentales que dieron origen a la Universidad Empresarial de Cochabamba.

No pretendo repetir lo que dicen las actas, porque ello no tendría sentido y trataré más bien de reflejar los hechos o anécdotas que se produjeron en los primeros años de gestación del proyecto, que fueron fundamentales para fijar los principios y la filosofía institucional.

Corro el riesgo de olvidar nombres de personas o instituciones, pero espero que ello no genere resentimientos y más bien permita que a futuro pueda complementarse este resumen con otros datos que alimenten la historia de un emprendimiento que se hizo sin base económica alguna y sólo con la fe y el esfuerzo expuesto por los pioneros aquí mencionados.

El análisis y justificación para la creación de una Universidad Empresarial en Cochabamba, debe encuadrarse a la situación económica y social que se vivió en Bolivia a partir de 1985. Antes de ello hubiese sido muy difícil pensar en la ejecución de una obra de estas características, no sólo por que la ley no lo permitía, sino porque los conceptos de globalización y competitividad mundial no habrían presionado directamente a los empresarios bolivianos y menos a sus instituciones gremiales.

La nueva Política Económica implementada por el Decreto Supremo 21060 caló profundo en la mentalidad del empresariado nacional y bajo ese influjo, seguramente Guido Hinojosa tuvo la idea de crear una Universidad Privada, con el objetivo de “formar profesionales altamente capacitados en el campo de la Administración de Empresas e Ingeniería Industrial”
Esta idea es planteada a Roberto Peña Rodríguez, Presidente de la Federación de Empresarios de Cochabamba, en marzo de 1986 y en base a ella, la principal institución gremial empresarial cochabambina, conforma la Comisión Pro-Universidad Privada, con el objetivo de elaborar un perfil de proyecto que justifique la incursión en un campo verdaderamente importante, pero poco tradicional para una institución como la FEPC.

Desde el 12 de octubre de 1986, la Comisión conformada por Augusto Iglesias, Rodolfo Salama, José Rivera y Pablo Artero, trabaja y presenta el documento “bases para la elaboración de un perfil de proyecto sobre la Universidad Privada de Cochabamba”, en el cual se señalan los lineamientos esenciales para la realización de un proyecto a nivel de factibilidad.

Sobre este perfil, se crea una “Comisión conjunta Pro-Universidad Privada”, entre la Federación de Empresarios Privados de Cochabamba y la Cámara de Industria, nombrándose a los Señores Roberto Peña, Rudy Salama, Juan Carlos Orsini, Erique Levy, José Rivera, Omar Medrano, Augusto Iglesias, y Roig Lavsevic por la Federación de Empresarios Privados de Cochabamba, y a Pablo Artero, Darko Franulic, Edgar Heredia, Tomás Weiss, José Candia, Juan Gamarra y Jorge Rada A. por parte de la Cámara de Industria.

Como es lógico en estas circunstancias e instituciones, algunos se identificaron totalmente con la idea y se constituyeron en la base de trabajo y desarrollo fundamental de la institución; los nombres de Roberto Peña, Rudy Salama, Juan Carlos Orsini, Pablo Artero, Edgar Heredia y Jorge Rada jugarían un rol continuo y permanente para lo que en su momento seguía siendo una idea novedosa.

No fue fácil avanzar, no todos asistían a las reuniones, algunos representantes institucionales faltaban o cambiaban. Los nuevos delegados traían ideas novedosas, casi siempre ya analizadas y desechadas, pero había que escucharlas.

Algunos querían una Universidad tipo Americana, otros de tipo Europeo con mucho trabajo práctico y otros queríamos una universidad de alto nivel que refleje el modelo del Instituto Tecnológico de Monterrey, del cual existían ex-alumnos en las comisiones o padres cuyos hijos estaban estudiando en ese Centro Superior Mexicano con alta influencia Norteamericana.

No faltaba la opinión de algunos dirigentes empresariales que consideraban inadecuado que se propugne la creación de una Universidad, dado que ese no era el ámbito de interés para el sector empresarial privado.

Quedaba claro sin embargo, que la Universidad pública no cumplía con las expectativas de competitividad por los problemas de mentalidad antiempresarial, de politización partidaria, de discontinuidad e ineficiencia académica y de un largo periodo de formación, negativo para los alumnos con afanes y espíritus de autosuperación.

Las universidades alternativas (Católica y Militar), tampoco habían mostrado suficientes niveles de calidad académica y aunque parecían ser mejores que las públicas, no mostraban un futuro de mejoramiento sostenido, puesto que los factores clericales y militares limitaban de por sí los conceptos de universalidad o independencia de criterios científicos y tecnológicos necesarios para la época moderna.

Finalmente nos decidimos por una Universidad que sirva a las necesidades empresariales nacionales y se especialice en las carreras que cubran las falencias detectadas por los empresarios.

Esta Universidad debería buscar la Excelencia académica, debería dar preferencia a las carreras de Administración e Ingeniería, con los mejores alumnos posibles, con aulas de bajo número de alumnos, con asistencia obligatoria, con maestros a tiempo completo, con enseñanza forzosa del inglés, con programas modernos adecuados a la realidad nacional y con una infraestructura acorde a las necesidades de alumnos y profesores.

En la primea etapa no interesaba tanto la investigación científica, aunque si la aplicada. Se hicieron los estudios de Investigación de Mercado que no sólo se concentraron en las necesidades del futuro empleador, sino también de los padres de familia y alumnos potenciales.

Se detectaron las carreras con mejores posibilidades y se iniciaron contactos con el Instituto Tecnológico de Monterrey, tratando de abrir un campus en este país bajo el modelo y dirección del ITESM.

Recuerdo que en mi visita al Rector de este Instituto, Dr. De La Peña y ante el planteamiento de Joint Venture, me señaló claramente que no se podrían abrir campus en el exterior de México, debido a que necesitaban potenciar los 24 campus que se habían establecido en territorio mexicano, que estaban muy satisfechos con el flujo de estudiantes bolivianos al Instituto (que dejaban aprox. 15000.000 U$D/año para Monterrey) y que estaban dispuestos a brindar asesoría para la conformación de un plan para una Universidad empresarial en Bolivia.

De esta entrevista salieron conceptos fundamentales que luego servirían de directrices para el planeamiento estratégico de la Universidad, bajo el siguiente orden de prelación de los factores organizacionales:

1° Alumnos
2° Profesores
3° Programas
4° Infraestructura

Esta conceptualización cambió el orden de prioridades del proyecto, puesto que nos dábamos cuenta que no era tan importante el campus, sino la selección de la mejor materia prima (alumnos), la captación de buenos profesores (tiempos completos), la preparación de programas modernos, en carreras adecuadas acordes con el mercado y finalmente la infraestructura que ofrezca el ambiente adecuado de enseñanza integral.

Finalmente, las reuniones semanales de la comisión generaron un documento que en enero de 1988 recomienda la conformación de una Fundación que pueda viabilizar no sólo la creación de una Universidad, sino también la integración de Centros de enseñanza y capacitación con mentalidad empresarial.

A fin de dinamizar el proyecto y por decisión y visión de Roberto Peña, se constituye el Comité Impulsor de la Universidad Privada bajo la Presidencia de Jorge Rada Arroyo, y conformado por Pablo Artero, Juan Carlos Orsini, Oscar Bakir, Edgar Heredia, Raúl Artero, Roberto Peña y Hugo Galindo, que contribuyeron permanentemente con ideas, contactos e iniciativas para el logro del objetivo buscado.

El 27 de julio de 1988 se constituye la Fundación Nataniel Aguirre, como organismo promotor y recaudador para la Universidad Tecnológica de Bolivia, UTB y se impone el monto de U$D 58.500,00 como aporte de la FEPC al patrimonio. Se posiciona el primer directorio institucional a cargo de Roberto Peña como Presidente, Jorge Rada como Vice-Presidente, Rodolfo Salama como tesorero y Pablo Artero como Secretario.

Se concede el poder de organizar una Universidad, sin fines de lucro, bajo un concepto de excelencia, con creatividad innovadora, moderna y con sede en Cochabamba.

Se fijan pautas operativas de rendimiento como la asistencia obligatoria, la nota mínima para la aprobación, con 9 semestres de carrera, más un semestre pre-universitario.

El nombre de la Fundación reflejaba el reconocimiento a un hombre preclaro de la cultura cochabambina Don Nataniel Aguirre y la UTB, reflejaba a su vez la expresa intencionalidad de conformar una Universidad especializada bajo el modelo del TEC de Monterrey.

Desde 1988, se realizan diversos contactos a nivel institucional De la Peña, Rector ITESM, Millie Audaz de la Universidad de Oklahoma, Jubilados Canadienses, Jubilados de universidades de USA, cuya organización CISE nos envió a dos profesionales de primer nivel tanto para la asesoría en el campo académico, como para el diseño de la infraestructura.

El 17 de julio de 1989 se obtiene la Personería Jurídica de la UTB, mediante Resolución Suprema, firmada por el extinto Presidente de la República, Dr. Víctor Paz Estenssoro.

El 17 de Agosto de 1989, se conforma el Directorio de la FNA, como organización abocada a la recaudación de fondos y se mantiene el Comité Impulsor como organismo técnico de la organización universitaria.

Desestimada la posibilidad de Asociarnos con el Tecnológico de Monterrey, surgió el reto de buscar un terreno que haga realidad la idea del proyecto Universidad. No existían fondos, los aportes de la Federación de Empresarios Privados de Cochabamba y de las cámaras eran suficientes sólo para el pago al coordinador. Surgió verdaderamente el reto y “los de siempre”, mostraron otra vez su espíritu de colaboración y trabajo; Yolanda de Rivera, Guido Hinojosa, Hugo Galindo, los hermanos Peña, Jorge Rada, Juan Carlos Orsini, Raúl Artero, BHN, Ernesto Asbún, Manaco, Grupo Canelas y Hernán Rivera, aceptaron el reto de efectuar aportes para comprar un terreno que sirva de base para construcción de la Universidad.

No pudimos convencer a más personas, pese a frecuentes almuerzos, visitas y charlas de convencimiento, no pudimos recaudar más de U$D 120.000,00 que en esas circunstancias eran suficientes para comprar un terreno acorde a lo que buscábamos.

Todo era bienvenido, desde un vehículo por parte de Hugo Galindo, hasta una fotocopiadora de Mario Hinojosa

Necesitábamos comprar un terrero y para ello se nombró una comisión conformada por Roberto Peña y Jorge Rada, quienes negociaron con Guillermo Tórrez la compra de 150.000 m2 ideales para un campus. No alcanzaban los aportes, se diferían los pagos y hasta se negociaron becas como formas de pago.

Felizmente se convenció a los pioneros mencionados, apareció la opción de Apote y compramos los 150.000 m2 que fueron el elemento físico fundamental para consolidar la idea y hacer viable el proyecto.

A los aportantes, les prometimos que si el proyecto no marchaba, íbamos a vender el terreno y les íbamos a devolver el aporte. En cambio si se viabilizaba la Universidad, cada aporte de U$D 10.000,00 iba a ser compensado con 4 becas de colegiatura completa, indefinidas pero no simultáneas.

Empezaba la realidad, ahora podíamos buscar asistencia técnica y financiera. Buscamos a la Embajada Americana, vistamos y presentamos el proyecto al Embajador Gelbardt, lo convencimos y lo nombramos Padrino de C’halla. Vino y se revolcó con nosotros. Comprometido con la idea, nos brindó asistencia técnica. Nos envió expertos con los cuales diseñamos el campus y preparamos programas de carreras. Luego vinieron expertos españoles que complementaron el trabajo pero que fundamentalmente nos vendieron la idea de crear carreras nuevas y no tradicionales, que nos preparen a la globalización (Telemática y otros).

Necesitábamos fondos y sin embargo nos resistimos a recibir donaciones de empresarios estigmatizados con el narcotráfico. Cuánta falta nos hacían esos 50.000,00 ó 100.000,00 dólares y sin embargo queríamos que nadie pueda cuestionar el origen de nuestra Universidad.

Seguíamos avanzando en el diseño académico. Nos reuníamos 2 o 3 veces por semana, a medio día para definir programas y materias; Pablo Artero, Rodolfo Salama, Oscar Bakir y Jorge Rada entre otros, participaron permanentemente para conformar carreras administrativas, de sistemas y de Ingeniería, respectivamente.

Bastaba un sándwich para ganarle tiempo al tiempo y para mostrar el grado de compromiso con la idea. No había presupuesto para el almuerzo de los comisionados.

No perdonábamos la reunión semanal del Comité Impulsor, dos ó tres horas de amplia discusión y análisis. Ahí empezó a importar el trabajo de seguimiento administrativo a cargo de Germán Gamarra, que luego cedió responsabilidades a María Elena de Greer, que con el tiempo sería parte de la institucionalidad e historia de la “U”.

En determinada circunstancia, se nos planteó la posibilidad de asociarnos con UNIVALLE e inclusive tuvimos una reunión con su máxima autoridad. Terminamos convencidos que nuestros objetivos eran distintos y que nuestro proyecto era verdaderamente necesario para el logro de las metas empresariales buscadas.

Esta circunstancia sin embargo, pesaría luego en nuestros ánimos, dado que UNIVALLE arrancaba y nuestro proyecto perdía significación estratégica, especialmente en Cochabamba, que es un medio relativamente pequeño y con un mercado concentrado.

Nacía con ello un nuevo reto, demostrar que lo nuestro tardaba más en arrancar porque sería mejor Universidad, especialmente en el campo académico.

No queríamos partir con una casa alquilada e improvisada, necesitábamos un ambiente adecuado para el nivel de excelencia que buscábamos. Esta condición sin embargo, podía llevarnos a una situación de análisis y parálisis comparable con el Proyecto Misicuni, que se consideraba necesario y sin embargo, no arrancaba pese a las décadas de estudio.

Para fines de 1989, arquitectos americanos terminaron con el Plan Maestro de Apote, que estimaba una inversión de U$D 40.000.000 para los 20 primeros años, con una inversión de 4,5 millones en el primer año de construcción del campus.

La maqueta de promoción la construyó Tatiana de Lafuente, sin costo para la universidad y sólo como aporte al proyecto, que ella como ex-alumna de TEC de Monterrey, lo creía útil y necesario.

En esta etapa, nos abocamos a discutir y elegir el logotipo, que hoy todavía existe y que refleja la universalidad de la institución con aspas centrífugas y extendidas hacia el infinito.

Se estableció también el slogan “Compromiso de Excelencia”, que reflejaba una filosofía y una nueva institucionalidad.

Era un compromiso para el empresariado porque era un proyecto sin retorno, era una empresa que no podía fallar y por tanto debía ofrecérsele un apoyo contínuo y permanente.

Iba a ser también Compromiso de Excelencia para los alumnos elegidos, puesto que debían responder a los conceptos de Elitismo Intelectual y de trabajo, antes que la selección de nivel económico de las familias y finalmente debía ser también un Compromiso para los profesores que debían capacitarse permanentemente, modernizando sus programas y respondiendo a los conceptos filosóficos de la Universidad Empresarial.

Junto con el logotipo y slogan, elegimos la mascota institucional; todo un proceso y discusión, desde la Ardilla como símbolo de vivacidad, pasando por el Juku Mari como expresión de Regionalidad, nos quedamos con el Búho como significación de Sabiduría Universal.

También buscamos los colores de la “U”, pasando por el plomo y morado como alternativa, nos quedamos con el amarillo y el azul en una combinación que debía diferenciarse de los colores de la Universidad Católica.

Teníamos todos los detalles de forma concluidos, pero nos faltaba lo más importante para la construcción: el financiamiento.

Contábamos con el terreno en Apote, con el Plan Maestro con su maqueta y teníamos los símbolos institucionales, pero UNIVALLE seguía desarrollándose y nosotros no teníamos recursos financieros. Nos llega la crisis existencial; o terminaba el proyecto como una idea frustrada o buscábamos alternativas institucionales para el financiamiento del proyecto.

Ahí nacen los contactos con la confederación de Empresarios Privados de Bolivia, que a través de Fernando Illanes manejaban una idea de desarrollar una Universidad para la Confederación.

Se suponía que la capacidad de financiamiento por parte de las instituciones gremiales de Cochabamba, había llegado al límite y por ello, el contacto con la CEPB podría permitir la solución de este problema asfixiante.

Paralelamente a este avance de contacto institucional, en un vuelo a La Paz , Rolando Kemppf me comenta sobre el cierre del proyecto ADAM y sobre la transferencia de su propiedad en Santa Rosa a la Fundación Portales. Felizmente esta no tenía interés en recibirla, pero para nosotros aparecía como una luz en la oscuridad. Nos movilizamos y los directores de ADAM como Raúl Artero, Yolanda Eterovic y Hugo Galindo convencieron a Joaquín Aguirre Lavayén y consiguen que USAID nos transfiera el terreno y las construcciones de ADAM, donde antes había funcionado el Colegio Froebel.

Adicionalmente ADAM dona insumos, equipos y materiales que sirvieron para generar recursos y ayudar a la instalación de la “U” en el campus Santa Rosa.

Esta donación e trascendente para la existencia de la Universidad Privada. Sin este aporte económico, hoy no existiría la UPB.

Para septiembre de 1990 se formaliza el acuerdo entre la CEPB y la FEPC y se concuerda en darle una visión nacional al proyecto transformando la nominación de UTB a UPB (Universidad Privada Boliviana), como expresión de su alcance nacional y su no-restricción a la enseñanza tecnológica en las aulas.

En febrero de 1991 se produce el ingreso a la CEPB que ofrece participación económica mediante aportes institucionales nacionales.

En el Balance de negociación, se muestra un patrimonio de U$D 327.140, sin incluir las donaciones de ADAM e incluyendo los aportes de la FEPC, la Cámara de Industria, Comercio, ASOBAN, Aduanas, Hotelería, Construcciones, Exportadores, Empresarios Jóvenes y mujeres empresarias que mostraron su aporte efectivo a la Universidad.

En el patrimonio se incluían los U$D 85.000 de los empresarios que de buena voluntad, constituyeron el capital semilla y el aporte de la FEPC que valoraba los aportes de los miembros del comité impulsor a través de sus bases de sus horas de trabajo. Pablo Artero, Jorge Rada, Edgar Heredia, Roberto Peña, Juan Carlos Orsini y Rudy Salama aparecían como los más importantes generadores de trabajo valorizados en U$/Horas/Hombre.

El Comité impulsor mientras tanto seguía trabajando con la meta puesta en arrancar en 1992 y para ello se buscaba el Rector Adecuado en los ambientes académicos de Universidades Americanas, en los cuales suponíamos que iba a surgir una persona con experiencia académica norteamericana, pero con origen y mentalidad latinoamericana.

En marzo de 1991 se ejecutan los cambios estructurales en la Fundación Nataniel Aguirre, se nombran los nuevos directores con visión nacional y se designa a Fernando Illanes como Presidente, Roberto Peña como Vice-Presidente y Raúl Artero Ardaya como tesorero, junto a ellos se designan a Yolanda E. De Rivera, Jorge Rada, Hugo Galindo y Francisco Muñóz para que junto a otros directores de La Paz, posibilitan el arranque de la UPB con visión nacional.

Se establecen también los comités impulsores de Cochabamba y de La Paz, para que promovieran los respectivos campus.

En este periodo se nomina Director Ejecutivo Nacional de la FNA a Manuel Arellano y Gerente del Proyecto UPB a María Vega, quien con el tiempo se constituiría en uno de los factores humanos más importantes para el desarrollo de este emprendimiento.

María Vega era la persona que efectuaba seguimiento diario a las actividades encomendadas por el Comité Impulsor y el Directorio de la FNA. Era también la encargada de liquidar los bienes de ADAM para procurar los recursos necesarios.

En esta etapa se realizaron los contactos con MUCIA (Midwest Universities Consortium of American Universities) y con el College Board de los Estados Unidos, obteniendo la autorización para administrar las Pruebas de Aptitud Académica en Español, que se utilizarían por primera vez en Bolivia.

En la búsqueda de financiamiento, se tocaron las puertas del BID, de la CAF y otros organismos en los que se mostraba buena voluntad, pero no se conseguía una línea adecuada para financiar una universidad privada.

En el ámbito local se siguió insistiendo en la búsqueda de recursos y para ello, se hizo un cocktail en La Paz, donde obtuvimos algunos recursos, entre los cuales se destacaba el automóvil “0 km” donado por Marita Siles.

Aprovechando que Fernando Illanes era superministro, hicimos otro cocktail en Cochabamba, buscando y logrando adhesiones de personas individuales que comulgaba con la idea de una Universidad diferente.

A sabiendas que la universidad iba a arrancar en enero de 1993, se hizo un excelente trabajo de Mercadotecnia, realizando campañas de expectativa y lanzamiento en las cuales se destacaban las diferencias de la UPB, como ser el tiempo de estudio, la conveniencia de formarse en Bolivia con nivel internacional, la concesión de Becas a los alumnos excelentes, la conformación de un crédito Educativo por pagar al concluir la carrera y otros conceptos que le permitieron captar alumnos de acuerdo a las expectativas previstas.

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