Es frecuente escuchar que cada año más mexicanos estudian educación superior y que eso significa que cada vez más se encuentran desempleados o tienen peores empleos o sueldos más bajos y que, por lo tanto, no vale la pena ir a la universidad.
La primera parte de esa afirmación es cierta. En los últimos 10 años, los mexicanos con educación universitaria aumentaron en el mercado laboral de 6.3 millones a 9.8 millones. Pasaron de representar el 14% de quienes trabajan o buscan empleo al 18%, casi 1 de cada 5. El resto de la afirmación es más dudosa. Revisemos algunos datos que ofrece la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
A principios de 2008, el porcentaje de universitarios que buscaba empleo pero no lo encontraba era de 4%, en comparación con 5.3%, entre quienes solo estudiaron el bachillerato. Para 2018, la tasa de desempleo entre los universitarios era de 4.1%, mientras que entre los bachilleres era de 4.2%.
Actualmente, el porcentaje de quienes no logran encontrar trabajo es similar entre ambos grupos. No parece que estudiar la universidad signifique mayor o menor dificultad para obtener empleo pero, claro, hay de empleos a empleos. Para eso, fijémonos en algunas características de los trabajos, como su formalidad, el tipo de ocupación y el salario.
La formalidad de un empleo es importante para un trabajador porque significa que le ofrece otros beneficios además del salario, como el reconocimiento de sus derechos laborales, inclusión en la red de salud pública o en un sistema de ahorro para el retiro.
Hoy en día, el 52% de los bachilleres tiene un trabajo considerado formal. En cambio, entre los licenciados esa cifra es del 78%, lo cual representa una gran ventaja. Para ponerlo de otra forma, el riesgo de trabajar en el sector informal de la economía es 46% menor para un universitario que para un bachiller.
La mayoría de los universitarios desempeñan funciones de profesionistas o técnicos (56%), seguidos por quienes son funcionarios, directores o jefes (12%). Los profesionistas son trabajadores cuyos puestos aplican prácticas específicas de alguna disciplina, como son los especialistas, ingenieros, médicos, entre otros, por lo que la educación universitaria es fundamental para que adquieran los conocimientos técnicos necesarios.
Entre los egresados de bachillerato, los porcentajes en esas dos ocupaciones son mucho más bajos, tan solo un 14 y 3%, respectivamente. La ocupación más común entre los bachilleres es ser comerciante o empleado en ventas (19%), una ocupación menos frecuente entre los universitarios (9%).
Estas diferencias en el tipo de empleos han cambiado muy poco en los últimos años: los universitarios siguen desempeñando labores distintas a los egresados del bachillerato.
En cuanto a salarios, en 2008, quienes terminaron la universidad tenían en promedio un sueldo mensual 94% más elevado que un egresado de bachillerato, es decir, ganaban casi el doble. Para 2018, la diferencia de sueldos entre unos y otros cayó a 78%: el ingreso promedio de los bachilleres es de 6 mil 814 pesos, mientras que para los universitarios sube a 12 mil 225.
Si bien el aumento salarial de la educación superior es menor a lo que era antes, la universidad todavía es por mucho la etapa escolar que más aumenta el ingreso promedio en comparación al nivel educativo anterior.
Por otra parte, dentro de la educación superior también hay diferencias. El salario promedio, la tasa de formalidad o la de desempleo de los egresados es muy diferente dependiendo de qué carrera hayan estudiado. Por eso, si lo quieres ver desde una perspectiva económica, la elección de carrera es igual de importante que la de asistir o no a la universidad.
Ir a la universidad es tan importante como antes. Los egresados universitarios tienen menor tasa de informalidad, salarios promedio más altos y desempeñan ciertos tipos de empleos a los cuales otros trabajadores sin estudios universitarios difícilmente pueden aspirar.
Existe una riqueza de investigaciones que muestran que ir a la universidad tiene múltiples beneficios más allá de los económicos. Adquirir nuevos conocimientos, mejorar habilidades socioemocionales o involucrarnos más en nuestra comunidad, son cosas muy valiosas para las personas. Sin embargo, una formación educativa que no brinda por lo menos cierta estabilidad económica crea obstáculos para lograr el resto de los beneficios de estudiar la universidad.// Animal Político
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