La educación inclusiva de Fe y Alegría abre horizontes

Miriam Sánchez, profesora de Ciencias Naturales, dicta una lección sobre Educación Sexual y, como el resto de los alumnos, Jhohan Alarcón (14) escribe velozmente cada palabra. La escena podría ser la de cualquier clase, salvo que Jhohan es invidente.

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Perdió la vista a los cinco años de edad, pero hoy domina el alfabeto Braille, razón por la  leer y escribir no son un problema para él y tampoco para sus compañeros de curso de la unidad Educativa Copacabana, ubicada en la zona de La Portada de La Paz

Este establecimiento tiene una particularidad, se trata de la primera obra que instituyó Fe y Alegría, entidad que nació del seno de la Iglesia Católica, desde que llegó al país, en 1966.

La institución celebra mañana 45 años de servicio, con la misión de brindar educación de calidad y promover la inclusión de las personas con capacidades distintas a la educación regular.

ALUMNOS ESPECIALES. “Una de nuestras áreas de trabajo es la inclusión. La educación es un derecho de todos, creemos que el alumno debe adaptarse al sistema educativo, y se le deben ofrecer posibilidades de estudio, así presenten dificultades visuales, intelectuales o de oído”, explica a La Razón Rafael García, director Nacional de Fe y Alegría.

En la unidad educativa Copacabana, su directora, Coralí Núñez del Prado, cuenta que como Jhohan hay otros ocho estudiantes con alguna discapacidad, como ceguera, síndrome de Down o privados de hablar.

Juan José Callizaya (17) cursa el cuarto de primaria y pese a que, producto de una discapacidad mental, le cuesta expresarse, asegura que gusta de las Ciencias Naturales y la danza en general. Para demostrarlo señala las partes del cuerpo humano con las manos y repite: “cabeza, abdomen, piernas”.

Elvis Pérez (14) también asiste a clases del cuarto nivel, y cuando se le consulta si le gusta el fútbol, responde con un contundente “sí” y sus amigos dan fe de ello. Vanesa Condori y Alicia Laura cuentan que, en el pasado, Elvis acostumbraba a tirarles el cabello, pero ahora es muy cariñoso.

La labor de Fe y Alegría no se centra sólo en la educación de los niños, sino también en la de los adultos, dice García. Con ese fin trabaja en las áreas de educación regular, especial, desescolarizada, formación para el trabajo (técnica), educación en valores cristianos e investigación.

La regular permite a los estudiantes lograr el bachillerato; la especial está dirigida a niños y jóvenes con capacidades diferentes, y con la educación desescolarizada se enseñan profesiones técnicas. Mediante la educación de Formación para el Trabajo se brinda conocimientos alternativos (oficios), y con la educación en investigación se capacita permanentemente a docentes y personal de instituciones de convenio.

Son las 12.30 del miércoles 3 de mayo y el timbre anuncia que la jornada escolar ha llegado a su fin en la unidad educativa Copacabana. Mientras Jhohan, mochila al hombro, sale del aula sin ayuda, porque conoce muy bien la infraestructura y el recorrido, Juan José es acompañado por sus compañeros hasta la puerta de salida, mientras Elvis acuerda con sus amigos jugar un nuevo encuentro de fútbol. Afuera, sus padres los esperan para llevarlos a casa.

Datos sobre la institución

Fe y Alegría trabaja con 433 unidades educativas en todo el país, en las que se forman 280.000 estudiantes, bajo la guía de 10.000 maestros normalistas.

Las unidades educativas inclusivas son 47. Ellas acogen a niños y jóvenes con capacidades diferentes (físicas e intelectuales). También cuentan con seis centros de educación especial.

La institución administra, además, 42 institutos de formación técnica, 12 centros de formación laboral y 22 Casas del Saber.

6.500 jóvenes reciben capacitación técnica

El objetivo es brindarles una opción laboral.   Los cursos son gratuitos

6.590 jóvenes son capacitados por Fe y Alegría en distintos centros en el país que brindan formación en el nivel  técnico medio y superior.

Magda Aguirre, responsable nacional del área de Formación para el Trabajo de Fe y Alegría, explica que la capacitación se realiza hace ocho años en cada departamento del país, a excepción de Pando, como parte de uno de los pilares de la institución.

“Existe mucha necesidad de formación de la gente, queremos no sólo que aprendan, sino que abran un negocio. Los cursos duran tres años. En      El Alto, el centro Santo Toribio de Mogrovejo da este tipo de educación, nuestros alumnos reciben la respectiva certificación y contamos con tecnología de punta”, dice Aguirre.

Las carreras que se ofrecen corresponden al área industrial (mecánica, metalmecánica, electromecánica y otras), agropecuaria y de servicio (contaduría, informática, secretariado, operador en computación, programación de sistemas).

Oficios. La idea es que, una vez concluida la capacitación, los beneficiarios apliquen lo aprendido.

Aguirre también señala que para los estudiantes que no pudieron lograr el bachillerato, la institución tiene más de 25 centros en el país donde pueden formarse en oficios alternativos como carpintería, costura, belleza integral, peluquería y repostería, entre otros.

Al momento, en los ocho departamentos, se capacitan 3.976 jóvenes. Aguirre afirma que la enseñanza es gratuita y que para la próxima gestión se tiene previsto incentivar a los alumnos a crear su propia microempresa. “Vamos a educarlos en emprendimiento y apoyarlos en abrir sus negocios”, agregó.

Indígenas estudian en las Casas del Saber

1.124 personas reciben también formación en liderazgo y ramas afines

Con el objetivo de garantizar el acceso de niños y jóvenes de comunidades alejadas del área urbana a la educación, Fe y Alegría inauguró, en 1986, las Casas del Saber o Yachay Wasis (en quechua) y Arakuarendami (en guaraní).

De acuerdo con David Peralta, coordinador nacional de la institución, estos espacios brindan la posibilidad de que los estudiantes puedan educarse, por las mañanas, y amplien sus conocimientos en agricultura, liderazgo y autoestima, por las tardes.

Todos viven en un ambiente, como si se tratase de un internado, debido a que las grandes distancias, en las que se encuentran sus viviendas, hacen muy difícil el traslado diario de los niños y niñas.

“Queremos formar líderes del desarrollo local; en estas casas les damos conocimientos en función a sus necesidades y especialidades, para que sean integrados a su comunidad y para que participen en asambleas comunales, y ejercer cargos importantes”, enfatizó Silvana Gonzales, responsable nacional de Dirección Pública.

PIONERA. La primera Casa del Saber surgió en la comunidad campesina de Rodeo (Chuquisaca). Esta experiencia fue impulsada por los lugareños.

A finales de los años 80, las Yachay Wasis se extienden a comunidades de Trinidad Pampa (1988) y de allí a San Juan (1996), en el departamento de La Paz, luego a Tiraque (1994), en Cochabamba, y años después a los Lípez, Colcha K, Cocani, Mojinete y San Pedro de Quemes (2003), en Potosí.

Según un informe de Fe y Alegría, las Casas del Saber  educan a 1.124 estudiantes de origen indígena, el 50 por ciento corresponde a mujeres.

La Razón

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